Tenía ganas de ver La La Land. Tenía pinta
ser de ser alegre y divertida, y tuvo tal revuelo que prometía mucho.
Posiblemente ya la habréis visto pero, por si llegáis tarde a la fiesta, como
yo, os cuento lo que me ha parecido.
Mia es actriz, y de las buenas, pero mientras
espera su gran oportunidad trabaja en una cafetería en la Warner Bros.
Sebastian es músico y también lucha por
encontrar reconocimiento como el gran pianista del jazz más puro que es,
mientras malvive tocando por restaurantes, bodas y similares.
Se conocen, no se gustan para nada, se ven
tres o cuatro veces por toda la ciudad (Los Ángeles, para ser precisos) y
prende la chispa entre canción y canción.
Hasta aquí lo que podéis encontrar en
cualquier resumen del argumento y suficiente como para que cualquier persona
aficionada a la comedia romántica y/o al musical levante las orejas con un
cierto interés. De hecho esta premisa da pie a una primera hora que, sin
parecerme especialmente estelar, sí que me pareció entretenida y muy aceptable.
En la segunda hora empiezan los problemas, que
en buena parte se arrastran de la primera, pero es aquí donde empieza a entrar
agua.
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Sebastian al piano, porque no sabe hacer nada más, ni ganas que tiene. |
Me explico. La parte buena son las
interpretaciones. Como sin duda ya sabréis Emma Stone se llevó el Oscar por su
interpretación de Mia y es cierto que despliega una tremenda dosis de encanto.
Ryan Gosling hace de Ryan Gosling, con su expresión patentada de estar en un
mundo algo distinto al de los demás, pero también bien porque su personaje
tampoco está del todo en este mundo.
La parte mala es que, aunque las
interpretaciones son buenas, sólo tenemos dos personajes. No literalmente, pero
las amigas o los padres de Mia, la hermana de Sebastian o su colega Keith,
aparecen lo justo, hablan menos y parecen servir para bastante menos de lo que
uno esperaría.
Si fuera un estudio en profundidad de dos
personajes y su relación esto no tendría mayor importancia, pero acabé con la
impresión de que no conocía a Mia y a Seb más allá de que son grandes artistas
y grandes soñadores. Como hay un par de referencias a “Singin’ in the Rain” me
permito yo hacer referencia a la escena de “dignidad… siempre dignidad”, donde
en apenas unos minutos tenemos mucha más información de Don Lockwood que en
toda esta película acerca de sus protagonistas.
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Mia y las amigas que no vuelven a salir, vestidas de Parchís. |
La relación también me parece bastante
artificial. El inicio siempre lo es. La comedia romántica se apoya mucho en la
atracción de los opuestos, la primera vista y otros mecanismos de dudosa
utilidad en la vida real. Esto forma parte del género y lo abrazamos como tal.
El problema viene cuando la relación empieza a agriarse y la mayoría de los
problemas se resolverían sólo con que los
protagonistas mantuvieran una conversación medianamente normal.
Tu pareja no tiene trabajo estable. Si un antiguo
amigo le ofrece una buena oportunidad y tu pareja la rechaza, ¿no le
preguntarías por qué? Yo no sólo preguntaría, sino que como canta Lordi: “Bite
it like a bulldog/To the bone/Never let it go”. En mi pobre experiencia de la
vida real, la curiosidad es una fuerza casi irresistible.
Si luego aceptas el trabajo como músico, ¿no
hablarías con tu pareja de si te gusta o no y del tipo de música que vais a
tocar? Porque en la escena del concierto Mia, evidentemente, no sabe qué tipo
de música toca el grupo de Seb. ¿Tan pobre es la comunicación entre ambos?
Hablando de trabajo. Si va a salir de gira,
¿no es previsible que pase mucho tiempo fuera de casa y ya se haya hablado de
cómo se va a enfocar esa etapa?
Si vas a llegar tarde a uno de los días más
importantes de la carrera profesional de tu pareja (como cuando estrena su
propio monólogo), ¿de verdad no puedes posponer la sesión de fotos con tu
grupo, que realmente no te gusta? O, al menos, ¿no puedes coger el móvil y
avisar? Por algún motivo los móviles no funcionan entre Seb y Mia.
Desde un punto de vista podemos decir que la
relación entra en crisis por la disyuntiva de perseguir sus sueños profesionales
o su vida como pareja. Pero no es así, es por imperativo del guión. Es
artificial, está amañado y se nota. Entonces la película me empezó a chirriar y
seguí haciéndome preguntas como, ¿de verdad su obsesión por el jazz puro es tan
grande que no es capaz de seguir una orden sencilla como “cíñete al repertorio
navideño”? ¿No es capaz de tocar esas piezas en clave de jazz, si tan
importante es para él? Un inciso para recordar “Christmas Eve” de Savatage
(mezcla de villancico tradicional y metal; corred a escucharla si no la
conocéis).
Si tu obsesión te impide seguir una
instrucción sencilla para mantener tu empleo dejas de ser un soñador y pasas a
ser alguien con problemas psicológicos.
Esto me lo planteé, insisto, a posteriori.
Mientras me dejé atrapar por el buen rollo de la primera parte todo me parecía bien.
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Escena inicial, donde todo el mundo sale del coche a cantar y bailar, no vuelven a salir para nada y a nadie le importa. |
Como la Rana Sonriente tuvo a bien señalar,
no todas las canciones encajan bien con la acción y en alguna ocasión la
historia se detiene para dejar pasar una canción y luego sigue con lo que estaba.
No es particularmente grave pero tampoco ayuda.
Me gustaría decir que las canciones son la
monda, pero no lo voy a decir. Me gustaron los pasajes de jazz y de piano, eso
sí.
Para finalizar diré que se esfuerza tanto en
referenciar clásicos del cine que hasta yo conozco (“An American in Paris”, “Singin’
in the Rain”, “Casablanca”, “Rebel without a Cause”…) que no puede sino quedar
corta ante tan altas aspiraciones.
Igual no me ha quedado una crítica muy brillante, pero tengo mucho sueño así que, de lo hablado, baste con lo dicho.
Resumen, mientras se mantiene en la comedia romántica se deja ver sin ningún problema. No diría que es una gran película, pero tiene su encanto. Cuando empieza el núcleo dramático se ven demasiado los
cables, me resulta todo muy artificial y pierdo interés muy rápidamente.
El total es una película que, sin ser lo peor
que he visto ni mucho menos, no cubre las expectativas del exitazo
que la avalaba.
Véase con precaución, aunque seguro que os gusta más que a mí.