“Chappie”
tiene algo que no acaba de funcionar. Sólo para escribir esta reseña me he
tirado dos semanas, se ha colgado el ordenador varias veces y se me ha
estropeado un pendrive.
Aunque es
un poco tonto echarle la culpa de todo esto a la calidad de la película
reseñada, también es difícil no pensar en que hay una relación directa y que si
os hubiera comentado “Citizen Kane” todo hubiera ido bien.
El caso
es que esta es la tercera película del sudafricano Neill Blomkamp, tras “District
9” y “Elysium” (ninguna de las cuales me cuajó), y nos lleva a una
Johannesburgo que, acosada por un alto índice de criminalidad, lleva a las
calles un cuerpo de robots policías gestionados por una compañía privada, al
más puro estilo Robocop.
El
ingeniero que los creó acaba de desarrollar la primera y verdadera inteligencia
artificial con conciencia de sí misma, está loco por probarla pero no le dan luz verde. Ni corto ni perezoso roba
uno de los robots, que había resultado seriamente dañado en combate, y se
dispone a sustituir su programa básico por la nueva inteligencia.
Hete aquí
que una banda de criminales de tres al cuarto, con serios problemas financieros,
elabora un plan brillante: “Seguro que el ingeniero que los ha creado tiene una
especie de mando a distancia para apagar a los robots. ¡Secuestrémosle!”.
Con una
facilidad pasmosa se llevan al ingeniero, al robot robado y a la inteligencia
artificial. El siguiente paso es evidente, ponle la inteligencia al robot y le
educamos (dado que se despierta a la razón con la mente en blanco) para que nos
ayude a dar los golpes.
Y, aunque
me haya alargado más de lo previsto, aquí comienza verdaderamente la película,
en cómo se va desarrollando el robot (llamado “Chappie”; tenéis que ver la
escena doblada y ver cómo tratan de traducir lo intraducible. Hubiera sido más
fácil traducir el nombre del robot), cómo evoluciona su inteligencia y qué es
lo que llamamos conciencia.
El caso es que esto se ajusta mucho más a la película. |
El
argumento, como podéis ver, no pinta tan mal pero en la película surgen varios
problemas evidentes que merman considerablemente la experiencia.
El
primero de ellos es que Chappie me resulta francamente cargante, quizá no tanto
como Jar Jar Binks, pero cargante. Me explico, Chappie despierta a la
conciencia sin ningún conocimiento pero con un alto instinto de conservación (esto
quiere decir que le tiene miedo a todo), y se pasa una buena parte de la
película lloriqueando lastimeramente. Al principio puede despertar una cierta
compasión, pero cuando ya llevas una hora de película y Chappie sigue llamando
a papi y a mami, gimoteando y gañendo, pueden darte ganas de que alguien le
pegue un tiro. Si al menos se defendiera, corriera o hiciera algo, no lo vería
tan mal pero, ¿para qué hacer algo si puedes lamentarte y tratar de dar toda la
pena posible?
Además de
llorar a todas horas, Chappie demuestra una ingenuidad del todo punto increíble.
Una vez ya ha tenido contacto más que sobrado con el miedo, el dolor y la
violencia, el hecho de que se crea que lanzándole un shuriken a alguien sólo le va a poner a dormir demuestra una
soberana incapacidad de hacer las asociaciones lógicas más evidentes. En pocas
palabras, el robot es tonto y lo demuestra en varias escenas más (como los
coches que le había quitado a su “papi”…).
En definitiva,
nuestro protagonista es un bobo quejumbroso. Mal empezamos.
Por otro
lado, los antagonistas son de cartón piedra, con poco que ofrecer más que poner
cara de malos, gruñir y hacer maldades. Cuando se trata del bárbaro criminal
aún lo puedes entender, pero cuando se trata de uno de los colegas de nuestro
ingeniero, que tiene un proyecto frustrado de robots policía (¿Robocop de
nuevo?), uno espera algo más de profundidad, de ingenio, de algo. Especialmente
cuando contratas a Hugh Jackman para el papel. No es que sea Laurence Olivier,
pero da para bastante más.
Si os recuerda al ED-209 de Robocop es porque es un plagio descarado. |
Pero al
César lo que es del César, los “papi” y “mami” de Chappie, es decir, los
criminales que secuestran al señor ingeniero, no están mal del todo, especialmente
si tenemos en cuenta que no son actores al uso, sino raperos de la escena
sudafricana (incluyen camisetas de su propio grupo en la película).
Los
aspectos más interesantes de la película podría ser la exploración de la
educación, relación paterno-filial o la reflexión acerca de qué es realmente la
conciencia y la vida.
Resultaría
interesante ver si les funciona mejor intentar proteger a Chappie del mundo o
presentárselo tal cual es y que espabile. Lamentablemente esto se ve tan
alterado por la irritante ingenuidad de Chappie que se me queda como un apunte
sobre el que reflexionar más tarde.
Respecto
a la conciencia, me resultó llamativo que elimina la posibilidad de alma, al dejar la
conciencia como algo copiable y transferible a formato digital. Sí, puedes
almacenar la conciencia, personalidad y recuerdos de una persona en un pendrive. Especialmente curioso dado que
Chappie llama “creador” al ingeniero (la asociación es inmediata). No tengo
claro si aboga por la existencia o no de una inteligencia superior creadora de
la nuestra.
Todo el
tema de la inteligencia artificial nos remite directamente a “Neuromancer” pero
sin aportar gran cosa. Además, el clásico de Gibson le da sopas con honda a
Chappie, de la misma forma que “Robocop” (la original de Verhoeven, claro) es
mucho más interesante que esta película que nos ocupa.
Por
último diré que las escenas de acción sean posiblemente lo mejor de la
película. No son las mejores de la historia del cine pero al menos ofrecen los
tiros y explosiones que prometen.
Por no
alargarme más, Chappie es un remedo de varios clásicos de la ciencia ficción
muy superiores a él en todos los aspectos, de personajes poco atrayentes e intérpretes
desaprovechados.
Como
ciencia ficción pensante no me pareció que diera la talla en ningún momento y,
como película de acción, seguro que podéis encontrar cintas más entretenidas y
con menos morralla entre los disparos.
En definitiva, no.
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