Entiendo que somos una especie social, qué duda cabe, pero hay momentos y momentos.
Si una persona va por la calle llevando en brazos a un bebé de unos dos meses y tratas de detenerle porque te apetece ver al niño, pero te dicen: "ahora no, que tiene hambre", el resto de consideraciones deberían anularse.
Si aún así detienes a esa persona, con la que no tienes ninguna confianza, con una mano en el hombro y esa persona te gruñe, te has llevado lo menos que te podías llevar. Si eso me convierte en una persona antipática, que así sea.
¿Qué tienen los perros y los niños que la gente parece interpretarlos como patente de corso para acercarse, hablar, opinar y dar los cien mil mejores consejos (que nunca se parecen a los cien mil de la persona de hace cinco minutos)?
Si se hace con mesura y educación, sin imponer la conversación, resulta agradable pero mesura, lo que se dice mesura, no suele haber demasiada. Así pues, seguimos perplejos cada vez que se acerca alguien, se larga un monólogo de cinco minutos dejándonos plantados escuchando (¿cuántos litros de leche dices que llevas a cuestas?, ¡da igual!) y luego se van sin siquiera presentarse.
Por extraño que pueda parecer no tengo niño y perro para que hagan cebo y atraer a gente desconocida. Es algo personal y privado. Si las circunstancias se prestan se puede conversar pero en la mayoría de casos me quedo con ganas de preguntar: "¿Quién es usted? ¿Por qué me habla?".
Si una persona va por la calle llevando en brazos a un bebé de unos dos meses y tratas de detenerle porque te apetece ver al niño, pero te dicen: "ahora no, que tiene hambre", el resto de consideraciones deberían anularse.
Si aún así detienes a esa persona, con la que no tienes ninguna confianza, con una mano en el hombro y esa persona te gruñe, te has llevado lo menos que te podías llevar. Si eso me convierte en una persona antipática, que así sea.
¿Qué tienen los perros y los niños que la gente parece interpretarlos como patente de corso para acercarse, hablar, opinar y dar los cien mil mejores consejos (que nunca se parecen a los cien mil de la persona de hace cinco minutos)?
Si se hace con mesura y educación, sin imponer la conversación, resulta agradable pero mesura, lo que se dice mesura, no suele haber demasiada. Así pues, seguimos perplejos cada vez que se acerca alguien, se larga un monólogo de cinco minutos dejándonos plantados escuchando (¿cuántos litros de leche dices que llevas a cuestas?, ¡da igual!) y luego se van sin siquiera presentarse.
Por extraño que pueda parecer no tengo niño y perro para que hagan cebo y atraer a gente desconocida. Es algo personal y privado. Si las circunstancias se prestan se puede conversar pero en la mayoría de casos me quedo con ganas de preguntar: "¿Quién es usted? ¿Por qué me habla?".
Y no solo eso, hay veces que simplemente estas parado en algún sitio y se te acercan a contarte su vida, y te quedas con cara de circunstancias pensando "quien es usted y porque me cuenta su vida?"
ResponderEliminarTalmente de acuerdo. Joan cumple aun no ha cumplido la semana, hemos salido lo justo y ya nos ha pasado.
ResponderEliminarA mi me pasa continuamente, tengo que tener cara simpática o amable o simplemente como dice Babeester "les escuchas".
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