sábado, 20 de enero de 2018

Perfectos desconocidos



Hola a todos. “Perfectos desconocidos” es la película más reciente de Alex de la Iglesia, director al que le había perdido la pista desde hacía ya un tiempo. La última que había visto, “Balada triste de trompeta”, no me gustó nada (no recuerdo si acabé de verla) y un día cualquiera me encontré con de la Iglesia en una tienda y no me acabód e gustar una contestación que le dio a una dependienta. Total, que le había archivado en el fondo de la memoria y hasta hoy, cuando nos trae el remake de la película italiana “Perfetti sconosciuti”, que no he visto, así que iba sin ninguna expectativa.

La premisa de “Perfectos desconocidos” es sencilla. Siete amigos quedan para cenar y se propone un juego aparentemente inofensivo. Todos dejan los móviles en la mesa y se comprometen a leer en voz alta todos los mensajes que lleguen y a contestar con altavoz todas las llamadas. Al fin y al cabo, no hay secretos entre ellos, ¿no?

Evidentemente, esto será un desastre y aparecerán mil secretos y situaciones embarazosas para nuestro regocijo y Schadenfreude. La verdad es que los secretos se ven venir en su mayor parte pero la película no juega con la sorpresa, sino con la expectación. Viene a ser como decía Hitchcock de la bomba. Si hay dos personas hablando y explota una bomba, sorprendes al público, pero si el público ve cómo se esconde una bomba y dejas a las dos personas hablando tranquilamente junto a ella, generas tensión y suspense. Aquí se genera una tensión cómica que funciona muy bien. Las situaciones y los diálogos son divertidos y, aunque sepas lo que viene, quieres ver cómo pasa y cómo reaccionan ante el desastre que, poco a poco, se va desarrollando.

Gran reparto.

La puesta en escena es impecable y muy teatral (lo digo en un buen sentido), habiendo sólo un escenario, la casa donde de celebra la reunión de amigos, y marcando claramente los distintos actos mediante un ominoso eclipse de luna. Esto ni es bueno ni es malo pero deja una gran responsabilidad en los intérpretes porque son el centro de atención en todo momento y, a mi entender, hacen un gran trabajo. Me gustó especialmente el matrimonio de Belén Rueda y Eduard Fernández, y un Pepón nieto sorprendentemente caracterizado.

Tenemos entonces una comedia negra de buen ritmo, diálogos ingeniosos y situaciones divertidas en las un montón de mentiras se revuelven y les muerden el culo a los mentirosos. Sin embargo el epílogo sobra, mucho. No sólo no aporta nada, sino que me parece que resta del total de la película. Igual a vosotros os parece que encaja mejor de lo que me pareció a mí, pero vimos la película un grupo de siete y creo que el final no le gustó a nadie.

Si exceptuamos este bache, os recomiendo la película. ¡Schadenfreude a tope!

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