domingo, 7 de julio de 2013

Who's Afraid of Virginia Woolf?

La portada en DVD. Ya se nota la tensión.

Hola a todos. A rebufo con la interesante opinión de la Rana Sonriente y el acertado comentario del amigo Colors yo voy a aportar la parte artística del problema de las parejas. Las “malas parejas” son un tema duro en la vida real, pero hacen películas extraordinarias, por ejemplo, Who’s Afraid of Virginia Woolf? (¿Quién teme a Virginia Woolf?).  

Esta película está basada en la obra de teatro homónima del dramaturgo Edward Albee. En este caso, por lo que he podido averiguar, la adaptación es muy fiel.
El título es un juego de palabras con la canción Who’s afraid of the Big Bad Wolf? (¿Quién teme al Lobo Feroz?) de Los Tres Cerditos, y el nombre de la escritora británica Virginia Woolf. Anécdota; cuando cantan este verso en la película no usan la música original de Who’s afraid of the Big Bad Wolf?, sino que usan otra rima infantil (Here we go round the mulberry bush) porque Disney cobraba caros los derechos de autor.

Nick, George, Honey y Martha.
George y Martha (Richard Burton y Elizabeth Taylor; ahí es nada, dirán nuestros lectores más clásicos) son un matrimonio de mediana edad. Él es profesor de Historia en la universidad y ella, la hija del presidente de la misma.
La historia comienza cuando vuelven de una fiesta y han (bueno, ella ha) invitado a un joven matrimonio, Nick y Honey, a su casa a tomar unas copas. 

El drama estalla enseguida. Siguiendo el comentario de Colors a la entrada anterior, son mitad discusión y mitad reproches, y arrastran a Nick y Honey al mismo juego.

El valor embotellado, otro de los protagonistas.
Las dos parejas son maravillosos ejemplos de “malas parejas”. Están desgastados por continuos roces durante muchos años (“No te puedes permitir desperdiciar buen licor, no con TU salario” o “Marta se está cambiando [de ropa], y Marta no se está cambiando por mí, Marta no se ha cambiado por mí en años…”), por la incomprensión (¡No puedo soportarlo! / ¡Puedes soportarlo, por eso te casaste conmigo!”), están juntos por motivos equivocados (embarazo, dinero…), tienen objetivos distintos en la vida (quiero hijos/no quiero hijos)…
Los hijos tienen un peso fundamental en la historia, no sólo los de los protagonistas, sino que ellos mismos son adultos que siguen dependiendo de sus padres a pesar de la edad (por ejemplo George, el profesor, y el padre de Martha, presidente de la universidad). 

No os voy a contar los detalles de cada uno de estos factores, lo interesante es ir descubriéndolos pero sí que os comento que a todo esto hay que añadirle dos sumandos: el alcohol (“¿Puedo usar el… eh… bar? / Oh, sí… sí… por supuesto. Bebe, lo necesitarás conforme pasen los años”); y la mentira. No sólo las mentiras que les contamos al resto para aparentar que somos mejores de lo que somos y mantener las apariencias, también las mentiras que nos contamos a nosotros mismos para poder seguir adelante en una realidad que no podemos soportar. Nos ocultamos bajo capas de mentiras porque tenemos miedo, hasta que ya no podemos verla y avanzamos, pero, ¿a qué coste?

Al final, como suele pasar en la vida real, todo sale a la luz pero el daño ya está hecho. Sólo podemos esperar que  les sirva de catarsis.

¿Demasiado tarde?
Todo esto (y más) se desarrolla entre diálogos corrosivos y emociones sobrecogedoras dignas de los buenos melodramas. Lo más sobrecogedor de todo es ver en la película el reflejo de algún comportamiento o el eco de alguna frase que has oído en la vida real. 


En fin, si queréis ver el ejemplo práctico de todo lo que comentaban acerca de las parejas, aquí tenéis la oportunidad de hacerlo disfrutando de una  gran película.

No hay comentarios:

Publicar un comentario